domingo, 22 de abril de 2012

ENCUENTROS ABSTRACTOS


Cada tanto, cuando ellos llegan todo vuelve a ser hermoso y luminoso, aunque den cierto temor.  Es como si todo se paralizara, el tiempo no corre, la velocidad no existe y la oscuridad se desconoce. Lo único que quieren es  enseñarnos a vivir y  desarrollar el potencial de la raza humana. En cierto modo es como si solo nos quedáramos en vivir en una sola dimensión.                                                                                                                                                                                    
Años de sabiduría pero también de incredulidad  viven los hombres, y no logran llegar a la otra fase, la otra dimensión, la extasiada.  Esa etapa del cerebro que esta oculta, abandonada sin explorar, la del alma, la transparencia; pero cuando en las noches llegan ellos, uno siente que está viviendo en otro cuerpo, uno que no conoce, que no sabía que tenía tantas virtudes y capacidades, como las de levantar de la cama una parte y la otra verla seguir reposada durmiendo, no se sabe muy bien que es, pero parece como morir, y volver. Se da en dos etapas de la vida, en aquellas de mucha tristeza y de excesiva felicidad o también drogas como el alcohol ayudan a estimularlos para que aparezcan.
Pero para resolver las miserias y malos excesos de la raza, están ellos, los abstractos, los de mis sueños y los de muchos, esos sueños confusos con  la realidad, el despertar y con  el soñar despierto. Cada vez dan más señales para que el escéptico humano pueda retractarse y poder creer que todo es real y que nada es real, así es la fantasía.  Nacida en el tiempo equivocado, vivía desconcertada.                             
Marcia, obvio no era indiferente a estas experiencias, porque las había pasado a todas, juraba haber sido abducida pero era muy difícil creer semejante acto científico. Por suerte vivía en el siglo XXI sino habría sido quemada en la hoguera pensando de ella como una bruja maliciosa y  paranoiquita. Porque los martagones o abstractos son muy astutos, y no se dejan ver, tienen todo calculado; no con la intención de hacer pasar al humano como loco  sino que ellos eligen quienes quieren que los vea, no se los engaña fácilmente, y como Marcia no tenía muchos recursos para demostrar lo vivido en varias oportunidades, solo debía quedarse con la postura de contarlo como algo gracioso y anecdótico.
Aunque una vez cuando buscaba información sobre ufología se dio cuenta que tenía mucho en común con otra gente que estaba en la misma situación que ella ¡personas que también conocían a los martagones! y eso la consolaba de alguna manera.                                                                                                                                                                  
Coincidían en todos sus relatos sin saber uno de otro, países, culturas, y costumbres, todo absolutamente distinto, lo único en común los abstractos, que hacen de las suyas en todas partes del mundo. Pero el inevitable miedo y escepticismo aunado a la intolerancia que caracteriza a la raza humana, les impide creer o admitir que hay otros mundos. Ellos ya han sido compartidos, vistos y escuchados por diversas civilizaciones en todo el planeta, en cada rincón de él, por siglos y siglos, de hecho esto ha quedado plasmado en dibujos rupestres.
Marcia sabía muy bien que esta generosidad de los abstractos se iba a terminar, y que en septiembre van a atacar o solo invadir nuestro sistema, pero tampoco podía comunicar esto a las autoridades, porque no tenía pruebas solo un pálpito y una gran corazonada que sintió hace mucho. Para ella no era difícil pensar en convivir con inteligencias extraterrestres, tenía la cabeza muy contaminada de cine, y almacenaba cualquier cosa escuchada y vista en la televisión, a veces decía que le hubiese gustado tener una cabeza más chiquita para guardar menos; nada era archivado, todo siempre estaba vigente, números de calles, teléfonos, nombres, apellidos, marcas, cartelería, sabía los documentos de identidad de todos los integrantes de su familia, celulares de todo su entorno, y era también una fisonomista innata por eso es que veía una cara una sola vez, pero quedaba plasmada para toda la vida en su memoria. No por algo le encantaba la idea de poder ser un autómata, para poder resetearse cada tanto, y borrar experiencias feas o información innecesaria. Esa cabeza cada tanto había que avaharla.                                                                                                              
Cualquier realidad repentina puede enmudecer a una persona, pero eso por desgracia no le pasaba a Marcia, que le encantaría no hablar nunca más con nadie, solo con ellos, y quedarse en ese mundo de cuentos fantásticos y de aventuras. En donde no se necesita de amigos, dinero, llanto, comida, ni de dormir. Eran como noches pernoctadas, se bordeaba la cornisa que se dirigía hacia un precipicio circular e infinito, como un agujero negro que lo podía ver tanto desde su cama como de afuera en el cielo, solo cuando los abstractos pasaban velozmente para que el ojo humano no llegue a captarlo.                                          
A Marcia siempre le encantaron los misterios que rodeaban al mundo, y tenía una teoría formulada al respecto, y es que nadie sabe nada, todo se cree calcular, los científicos creen descifrar, y mediante métodos afirmar fechas, pero nadie sabe ¿Porque se cura el empacho con una cinta?, ¿Porque hay espíritus?, ¿Que decían exactamente jeroglíficos de los muchos pueblos que habitaron esta tierra con sus símbolos, dibujos y figuras?  Pero la gente decide creerle a una persona estudiada, a una enciclopedia y tomar lo místico o  extra terrestre como gracioso, o a aquel que se encargue de ser el vocero, tratarlo de loco, fantasioso, o intoxicado con marihuana. Marcia insistía que en el mundo hacía falta más gente con la cabeza bien abierta, para poder descubrir todo juntos.
Entre tantos encuentros, Marcia esperaba el definitivo, el final, ese momento que lo veía colorido de cielos celestes y verdes campos interrumpidos por luces. Enceguecida entro a la nave, la acostaron en una camilla blanca, una sala de blancas paredes también, y en ese instante bastó con una penetrante mirada que le decía que esté tranquila que ya nada malo iba a suceder. Su cabeza se inmuto de sentimientos relajantes y positivos, que indescriptiblemente todo lo que sentía  y vivía en esos instantes no se asemejaban en nada a la vida física en la tierra.  Nunca más se la vio a Marcia, solo se encontró su auto en un monolito del Gauchito Gil.   

Maria Eugenia Peralta



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